lunes, septiembre 25, 2006

El boom de la delincuencia en AL No es un Cuento Chino

Cuentos Chinos es el libro más reciente del periodista y analista internacional Andrés Oppenheimer, en el que concluye que el mundo camina a dos tiempos. El de los que se montaron en el tren de la apertura económica y la globalización, y el de los detractores del libre mercado, que en nombre de la soberanía cierran sus puertas.

¿Qué países están logrando reducir la pobreza y aumentar el bienestar de su población y cuáles están haciendo simplemente cuentos chinos? Esa es la pregunta eje que se hace Oppenheimer y a la que da respuesta tras visitar países tan disímiles como China, Irlanda, Polonia y la República Checa, durante tres años de entrevistas a analistas, académicos, ministros y presidentes.

Viajó por el mundo con dos informes “debajo” de su libreta de entrevistas, uno del Centro de Estudios a largo plazo de la CIA, y el otro de uno de los principales expertos en América Latina del Parlamento Europeo, el socialista Rolf Linkford, con una misma conclusión “América Latina se ha vuelto irrelevante en el contexto mundial”.

Pero además de la exposición de asuntos meramente del ámbito económico, a propósito de la pobreza, la obra de Oppenheimer da real importancia al impacto de la delincuencia en los países de América Latina.

Aunque no hace referencia al caso específico de República Dominicana, debemos sentirnos identificados con sus consideraciones, ya que en términos generales señala que hoy, más que nunca, la marginalidad y la delincuencia están erosionando la calidad de vida de todos los latinoamericanos, incluyendo a los más adinerados.

Cita estudios internacionales ya conocidos que indican que América Latina es la región más violenta del mundo.

El autor observa que la combinación del aumento de las expectativas y la disminución de las oportunidades para los sectores de menor educación es un cóctel explosivo y cree que irá en aumento.

Esta situación, entiende, está llevando a que progresivamente más jóvenes marginados estén saltando los muros de sus ciudades ocultas, armados y desinhibidos por la droga, para adentrarse en zonas comerciales y residenciales, y asaltar o secuestrar a cualquiera que parezca bien vestido, o lleve algún objeto brillante.

Oppenheimer escribió que a medida que avanza este ejército de marginales, las clases productivas se repliegan cada vez más en sus fortalezas amuralladas.

Pone como ejemplo que los nuevos edificios de lujos en cualquier ciudad latinoamericana ya no sólo vienen con su cabina blindada de seguridad en la entrada, con guardias equipados con armas de guerra, sino que tienen su gimnasio, cancha de tenis, piscina y restaurante dentro del mismo complejo, para que nadie esté obligado a exponerse a salir al exterior.

Tal como ocurría en la Edad Media, recuerda, los ejecutivos latinoamericanos viven en castillos fortificados, cuyos puentes –debidamente custodiados por guardias privados- se bajan a la hora de salir a trabajar por la mañana, y se levantan de noche, para no dejar pasar al enemigo.

Para referirse a al tema de que América Latina es la región más violenta del mundo cita el informe de la Organización Mundial de la Salud, de Ginebra, que señala que la tasa de homicidios en América Latina es de 27.5 víctimas por cada 100 mil habitantes, comparada con 22 víctimas en África, 15 de Europa del Este y uno en los países industrializados.

Mientras que la población carcelaria en los Estados Unidos, una de las más altas del mundo, es de 686 personas por cada 100 mil habitantes, en Argentina 107, Chile de 204, en Colombia 126, en México 156, en Perú 104 y en Venezuela62.

GUARDIAS PRIVADOS

Un referente que da una idea de la magnitud de la delincuencia en América Latina es el uso de seguridad privada por quienes pueden costearla. En la actualidad, señala la obra de Oppenheimer, hay unos 2.5 millones de guardias privados en América Latina.

Tan sólo en San Paulo, Brasil, hay 400,000 guardias privados, tres veces más que los miembros de la policial estatal, según el periódico Gazeta Mercantil.

Reseña que en Río de Janeiro la guerra es total: los delincuentes matan a unos 133 policías por año –un promedio de dos por semana, más que en todo el territorio de los Estados Unidos- y la Policía responde con ejecuciones extrajudiciales de hasta mil sospechosos por año.

En tanto, cuenta que en Bogotá, Colombia, la capital mundial de los secuestros, hay unos siete guardias privados por cada policía y están prosperando varias industrias relacionadas con la seguridad.

El empresario Miguel Caballero contó a Oppenheimer que estaba haciendo una fortuna diseñando ropa blindada de última moda. Empresarios y políticos pueden vestir guayaberas, chaquetas de cuero o trajes forrados con material antibalas, sin que nadie se percate.

A diferencia de otros delincuentes, a las maras no les importa cuáles son las consecuencias. Los asaltantes de bancos se ponen máscara para delinquir, pero las maras no se esconden. Más bien, la propaganda que les dan los medios de comunicación les sirve para ascender en la jerarquía de mando de sus grupos.

La Mara Salvatrucha, en El Savador, tiene más de 50 mil miembros, que no sólo roban, asaltan y secuestran, sino que están torturando y decapitando a sus víctimas como señal de su poder.

MANO DURA

La explosión de las maras está llevando a gobiernos de mano dura y a una cada vez mayor aceptación social de procedimientos considerados legal o humanamente indefendibles hasta hace poco.

Oppenheimer ve que la propia expresión “mano dura”, un término que hasta hace poco era visto con resquemor por la mayoría de los latinoamericanos, se ha convertido en una palabra con connotaciones positivas.

El presidente salvadoreño Tony Saca bautizó su programa de seguridad “Súper Mano Dura”. Con este plan la Policía salvadoreña detuvo a casi 5 mil jóvenes sospechosos de ser pandilleros por el sólo hecho de llevar un tatuaje.

En El Salvador reformaron el código penal para permitir a la Policía arresto a menores de edad. “Puede tener 15 años el muchacho, pero si es un asesino, aplíquele el plan Súper Mano Dura y mételo preso”, dijo el presidente Saca en entrevista a Oppenheimer.

FENÓMENO EPIDÉMICO

A la apreciación de Oppenheimer, en pocos lugares la calidad de vida se ha derrumbado tan precipitadamente como en las grandes capitales de la región. Dice que Buenos Aires, la majestuosa capital argentina que hasta hace pocos años era una de las ciudades más seguras del mundo, donde sus habitantes se enorgullecían de que las mujeres podían caminar solas hasta altas horas de la noche, es hoy en día una ciudad aterrorizada por la delincuencia.

Miles de jóvenes sólo tienen como espacio de socialización las calles, donde empiezan a consumir drogas a los ocho o diez años y a delinquir después.

Mientras que en el extremo norte de América Latina, las “maras” o pandillas, el más novedoso fenómeno de violencia organizada en la región están teniendo en vilo a El Savador, Honduras, Guatemala, y el sur de México.

Advierte que se expanden cada vez más hacia capital mexicana hacia Colombia, Brasil y otros países sudamericanos.

Los “mareros”, jóvenes marginales que se identifican por sus tatuajes y las señas manuales con que se comunican sus respectivas pandillas, ya suman más de 100 mil en Centroamérica, y casi la mitad de ellos tienen menos de 15 años, según las policías de varios países.

Los mareros se originaron en Los Ángeles, California y se desparramaron por toda la región tras ser repatriados de las cárceles de Estados Unidos a sus países de origen, reseña Cuentos Chinos.

Recuerda que en Honduras, una de estas bandas detuvo a un ómnibus repleto de pasajeros que viajaban a sus pueblos para celebrar las fiestas navideñas de 2004 y mató a 28 hombres, mujeres y niños, simplemente por revancha contra una ofensiva policial contra las pandillas. Para cada vez más niños, las maras son la única posibilidad de lograr reconocimiento social.

Además, el marero es el héroe del barrio. Los jóvenes compiten por tener la oportunidad de someterse al rito de iniciación –que puede variar desde vender droga hasta matar a un policía- y, si son capturados, posan triunfantes para las cámaras de televisión. “El marero es el delincuente del siglo XXI”, cree Oppenheimer.

Cuenta que hay miembros de las maras que se dedican al narcotráfico, a ser sicarios (asesino a sueldo), al robo, al desmembramiento de personas.

A diferencia de otros delincuentes, a las maras no les importa cuáles son las consecuencias. Los asaltantes de bancos se ponen máscara para delinquir, pero las maras no se esconden. Más bien, la propaganda que les dan los medios de comunicación les sirve para ascender en la jerarquía de mando de sus grupos.

La Mara Salvatrucha, en El Savador, tiene más de 50 mil miembros, que no sólo roban, asaltan y secuestran, sino que están torturando y decapitando a sus víctimas como señal de su poder.

¿AFRICANIZACIÓN?

En Washington y en las principales capitales de la Unión Europea hay serios temores de que la ola de delincuencia que azota a América Latina produzca un fenómeno de desintegración social –o “africanización-“ que quiebre irreversiblemente la gobernabilidad, aumente la fuga de capitales y el caos social, y genere áreas sin ley, señala Oppenheimer.

Curiosamente, expone, mientras la opinión generalizada en muchos países latinoamericanos es que la pobreza está generando mayor delincuencia, y que por lo tanto hay que concentrar todos los esfuerzos en reducirla en los países industrializados muchos ven el fenómeno al revés.

El Consejo de las Américas, la influyente asociación con sede en Nueva York que agrupa a unas 170 multinacionales con operaciones en América Latina, concluyó en un reciente informe que la inseguridad es uno de los principales factores de atraso en América Latina porque está frenando las inversiones.

Hizo énfasis en que a pesar de sólo tener el 8% de la población mundial, América Latina registró el 75% de los secuestros que ocurrieron en el mundo en el 2003.

Para el Pentágono, el aumento de la delincuencia y la proliferación de “áreas sin ley” en América Latina constituyen una preocupación mayor.

Oppenheimer preguntó en entrevista al secretario de Defensa de los Estados Unidos, Donald Rumsfeld, cual era su mayor preocupación con relación AL.

“Lo primero que mencionó no fue el régimen de Cuba, ni Venezuela, ni la guerrilla Colombiana, ni ninguna otra amenaza política”, consta en el libro.

En cambio, agregó el periodista, Rumsfeld dijo que su mayor preocupación en la región “son los problemas de la delincuencia y de las pandillas y el narcotráfico, el tráfico de armas y los secuestros”.

Militares de Estados Unidos temen ser “invadidos” por estos delincuentes por el aumento de la emigración ilegal, pero paradójicamente estos delincuentes fueron deportados desde cárcel de Los Ángeles a sus países de origen en Centro América y el Caribe.

Ya está viendo en Nueva York, Los Ángeles y Miami pandillas de mareros que llegan de Centro América.

Recordó una conversación que sostuvo con el entonces presidente Ricardo Maduro, de Honduras, quien le contó que el gobierno estaba negociando con una pandilla. El jefe de la pandilla le dijo que necesitaba la aprobación de sus superiores para los puntos en discusión y llamó a Los Ángeles.

EXILIADOS DE LA DELINCUENCIA

Uno de los síntomas más visibles del crecimiento de la violencia en América Latina es el auge inmobiliario de Miami, resalta Oppenheimer.

En los primeros años del nuevo milenio, la ciudad de Miami vivía el mayor “boom” de la construcción de su historia reciente.

De las 500 multinacionales que tenían sus oficinas centrales para América Latina en Miami –incluyendo Hewlett Packard, Sony, FedEx, Caterpillar, Visa y Microsoft, muchas se habían mudado recientemente de países latinoamericanos, tras sufrir problemas de inseguridad o para reducir sus gastos de seguridad.

Tan sólo en el 2005 se estaban construyendo unos 60 mil apartamentos en Miami, mientras que en los diez años anteriores se habían construido un total de apenas 7 mil. ¿Quién estaba comprando esos apartamentos?

Oppenheimer responde que es cierto que, en muchos casos, eran especuladores que estaban aprovechando las bajas tasas de intereses y apuntaban al creciente mercado de turistas europeos que –con el euro fuerte- querían comprar propiedades en Miami.

Pero una gran parte de los compradores eran latinoamericanos víctimas de la delincuencia.

Además, de los inversionistas tradicionales que querían tener una propiedad en el exterior para protegerse contra la inestabilidad política o económica en sus países, había cada vez más empresarios que estaban dejando a sus familias en Miami para proteger a sus hijos de los secuestros, robos violentos o asesinatos.

En áreas exclusivas de Miami como Key Biscayne, había un aumento constante de empresarios colombianos; en la exclusiva Fisher Island, cada vez más mexicanos, y en Bal Harbour, cada vez más argentinos. Su principal motivo para emigrar no era económico, sino de seguridad.

Son exiliados de la delincuencia.

OPPENHEIMER

Andrés Oppenheimer, nacido en Argentina, está radicado en Miami, donde es columnista The Miami Herald y de El Nuevo Herald. Fue miembro de un equipo que ganó el Premio Pulitzer. También es ganador de los premios Ortega y Gasset, Rey de España y Emma.

Es analista de CCN en Español. Además, de Cuentos Chinos, es autor de La hora final de Castro, En la frontera del caos, Crónicas de héroes y bandidos y ojos vendados.

Visitó el país recientemente a promover su libro Cuentos Chinos, a invitación de la Universidad Iberoamericana (UNIBE), quien lo reconoció como Profesor Honorario al analista internacional Andrés Oppenheimer, por su rigor investigativo, por sus aportes al debate y al análisis crítico de los sistemas políticos y económicos en América Latina y por su contribución al desarrollo del pensamiento latinoamericano dentro de los Estados Unidos.


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